Pediculosis:
una epidemia difícil de controlar
Entre
seis y ocho de cada diez chicos tienen piojos y liendres; qué
saben los científicos sobre estos rebeldes parásitos
Por Fabiola Czubaj
En
mayo último, las autoridades sanitarias bonaerenses confirmaron
que ocho de cada diez chicos de 3 a 12 años los tienen. No vuelan
ni saltan, y los podemos llevar, sin darnos cuenta, a todas
partes. Eso sí, pican y mucho. Son los piojos, que se aferran
a nuestros cabellos en busca del tan ansiado alimento, nuestra
sangre, y de un ambiente cómodo, cálido y húmedo, nuestra cabeza.
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Pero
¿los conocemos lo suficiente como para poder eliminarlos definitivamente?
Parece que no. A pesar de la diferencia de tamaño -los adultos
miden entre 2 y 4 milímetros-, pueden complicarnos la vida.
Su biología, no muy conocida, nos tiende trampas que aseguran
su subsistencia.
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Mutan
para ser más resistentes a los pediculicidas, pueden mimetizarse
en cabellos con canas, producen una sustancia tan resistente
como el cemento para evitar que sus liendres se caigan y hasta
pueden usar sus patas para sostener durante un minuto un peso
hasta dos mil veces superior al propio.
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Según
los especialistas, son una epidemia mundial. La causa, básicamente,
es la resistencia que desarrollan a los insecticidas a medida
que se reproducen (ver recuadro).
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La
forma de contagio más común es el contacto con una cabeza infestada.
Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, dirigidos por
la doctora María Magdalena A. de Doucet, decidieron registrar
cuántas veces los chicos juntan sus cabezas e instalaron una
cámara de video en varias aulas.
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Los
resultados, publicados en la revista Research and Reviews in
Parasitology, demostraron que en una hora los chicos de jardín
de infantes juntan sus cabezas 7,5 veces durante unos 10 segundos
para contarse secretos, besarse, jugar o pelearse.
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"En
ese lapso, un piojo se mueve unos tres centímetros, lo suficiente
para pasar de una cabeza a otra", explica el biólogo Raúl Alzogaray,
del Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (Cipein),
que depende del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas
de las Fuerzas Armadas (Citefa) y del Conicet. "Es posible que
durante el recreo haya más contactos", agrega. Según el estudio,
las nenas juntan sus cabezas más que los varones.
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Debilidad por
los chicos
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La
debilidad de estos milimétricos parásitos es el cuero cabelludo
de los chicos de 8 a 11 años. Un trabajo del Cipein, dirigido
por la doctora María Inés Picollo, halló en 2003 que el 64%
de 6300 chicos, de 6 a 12 años, de escuelas porteñas y bonaerenses
tenían piojos y liendres.
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Si
bien aún no se conoce el motivo de esta predilección por los
más chicos, un estudio de la Fundación Parasitológica Argentina
afirma que los parásitos intestinales, presentes en más del
50% de los chicos argentinos, eliminan una toxina que altera
el nivel ácido de la piel. Esto hace más vulnerable el cuero
cabelludo a una invasión de piojos, según explica el trabajo
dirigido por el doctor Carlos Rau.
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Tampoco
se conoce cómo los piojos pasan inadvertidos en cabellos morochos,
rubios y canosos. Para la doctora Claudia Vassena de Guarducci,
docente de la Maestría de Control de Plagas de la Universidad
de San Martín, "este fenómeno de mimetizarse, si es que existe,
se produciría por cambios fisiológicos, que se manifiestan mucho
más rápido que los genéticos".
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Vassena,
becaria del Conicet e investigadora del Cipein, va a colegios
porteños y bonaerenses para revisar a alumnos de 6 a 12 años.
"Cuando tienen el pelo oscuro, los piojos son oscuros, pero
cuando tienen el pelo castaño, son color té con leche -dice-.
Lo más raro que vi son piojos obtenidos en un geriátrico: eran
casi blancos y estaban parados sobre las canas de los abuelos,
completamente mimetizados."
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Pica, pica
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El
primer síntoma que viene a la mente al hablar de piojos es la
picazón, que, en especial los chicos, tratan de aliviar rascándose.
Ese prurito se produce por la sensibilización del cuero cabelludo
que el piojo produce con su saliva y que puede producir piodermitis,
una infección bacteriana de la piel. Al rascarse, los chicos
pueden producir micro heridas por las que las bacterias de la
materia fecal de los piojos pueden ingresar al organismo y producir
una infección.
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A
esto se suma que algunos padres, más de lo que se podría pensar,
aplican a sus hijos productos veterinarios.
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Por
ignorancia, falta de recursos y cansados de una lucha sin resultados,
ponen en riesgo la salud de sus hijos con pulguicidas para perros
y gatos, insecticidas en spray contra moscas y cucarachas, o
querosén, cuyo uso produce intoxicaciones agudas, trastornos
crónicos neurológicos, reproductivos e inmunológicos.
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"En
general, en los hogares de los chicos de las escuelas más humildes
que visito es difícil que compren piojicidas y es ahí donde
escucho con más frecuencia que les ponen querosén o mata moscas
en aerosol", comenta la doctora Vassena.
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Pero
un denominador común, señala la investigadora, es el uso de
un producto para perros y gatos. "Esa gota de insecticida que
se pone en el cuello del animal, o en la nuca del niño, va al
torrente sanguíneo, pero con la diferencia de que el uso del
insecticida no está autorizado en humanos", explica Vassena.
Vale la pena tener en cuenta que los piojos de las personas
no pasan a los animales, ni a la inversa.
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Si
de combatir a los piojos se habla, nada mejor que conocerlos.
Para crecer y multiplicarse, un piojo necesita comer sangre,
además de tener una pareja. Para encontrar la comida o el lugar
con mayor comodidad, reconocen señales, muchas de ellas químicas,
como ocurre con los mosquitos.
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El
piojo adulto, edad que alcanza a las tres semanas del nacimiento,
vive alrededor de un mes. Las hembras más jóvenes ponen entre
siete y diez huevos (liendres) diarios. Una larva tarda una
semana en dejar el huevo para iniciar la excursión por la cabeza
de su huésped.
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¿Por
qué las liendres no se caen de la cabeza? Porque la hembra produce
un pegamento especial que las adhiere al pelo. "Los huevos son
muy distintos de los adultos o ninfas al considerar la llegada
de un insecticida al interior del organismo para que actúe",
explica el doctor Gastón Mougabure Cueto, investigador del Cipein.
En adultos, compara, un insecticida debe atravesar el exoesqueleto
y la epidermis para distribuir su toxicidad. "En los huevos,
el insecticida no sólo tiene que atravesar la cáscara (corion)
y membranas del desarrollo embrionario, sino también una capa
extra de cemento que recubre el corion y lo adhiere al cabello",
finaliza.
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Resistentes
a casi todo
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"Por
la propia variabilidad biológica, puede ser que haya algún que
otro piojo resistente -afirma el biólogo Raúl Alzogaray, del
Cipein-. Pero cuando se coloca el insecticida, son ésos los
que sobreviven y, al multiplicarse, serán más. Si se sigue usando
el mismo insecticida, la historia se repite y, en un caso extremo,
no habrá más piojos susceptibles y todos serán resistentes."
Esto significa que con nuestros hábitos podemos alterar la composición
de una población de piojos.
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Los
insecticidas producen un efecto "volteo", que no los mata, sino
que los paraliza al atacar su sistema nervioso. "Pueden permanecer
vivos incluso hasta el día siguiente y a veces se recuperan",
resume Alzogaray. En el Cipein, los investigadores probaron
todos los piojicidas a la venta e insecticidas puros. Por el
uso de estos productos, comprobaron, por ejemplo, que en los
piojos obtenidos en una escuela se necesitaron hasta 600 veces
más insecticida -lo que sería altamente tóxico- para matarlos.
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Un
error común es aumentar la dosis recomendada de un producto
si, aparentemente, el insecticida no da resultado. "Si colocan
el triple o el cuádruple de la dosis recomendada y, en lugar
de diez minutos, dejan el producto dos horas, puede llegar a
tener algún efecto adverso", señala Alzogaray. Si el insecticida
falla, advierten los especialistas, no hay que poner más ni
aumentar la frecuencia. "Hay que dejar de usarlo", subraya.
Según la doctora Vassena, "la mejor opción en este momento son
los piojicidas con sumitrina".
Los
especialistas consultados coinciden en recomendar la buena limpieza
con el peine fino. "La mejor estrategia es prevenir y eso se
logra pasando el peine fino todos los días o, por lo menos,
día por medio. Habría que inculcarles a los chicos esta costumbre."
Fuente:
Diario "La Nación", Argentina
Agosto
18 de 2004
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