REVISIÓN
EN 'THE LANCET'
Los
daños que produce el alcohol son equiparables a los del tabaco
Por
JAVIER MARCO
El consumo de alcohol ha escapado
hasta ahora a la presión social ejercida sobre otros tóxicos
como el tabaco o las drogas. Sin embargo, los problemas sanitarios
que genera este compuesto igualan o superan a los debidos
a la nicotina o a la arterioesclerosis.
Una
revisión de 'The Lancet'
repasa la epidemiología, el tratamiento y las políticas preventivas
en torno a este problema.
60
trastornos que genera el alcohol
Hasta
la fecha se han identificado más de 60 patologías producidas
por las bebidas alcohólicas. Por poner algunos ejemplos: el
7% de los tumores de mama, el 18% de los ictus, el 39% de
las cirrosis, el 25% de las muertes en accidente de tráfico
y el 26% de los homicidios están directamente relacionados
con el consumo de alcohol.
Tan
importante como la cantidad bebida es el patrón de consumo.
Se ha comprobado que la ingesta intermitente y en grandes
cantidades (bebedores de fin de semana) produce problemas
propios, independientemente de la cantidad total consumida.
En el otro extremo están los bebedores regulares de cantidades
pequeñas o moderadas, sobre todo de vino. Este tipo de consumidor
obtiene algunos beneficios del alcohol sobre las grasas y
el sistema de coagulación, de manera que reduce el riesgo
de problemas cardiovasculares.
El
grueso de las investigaciones sobre alcohol y enfermedad se
han centrado en tres procesos: cáncer de mama, enfermedad
coronaria y violencia.
Cáncer:
La aparición de tumores mamarios está directamente relacionada
con la cantidad de alcohol consumida. Para bebedoras de 60
gramos diarios (dos o tres cervezas y dos copas), el riesgo
aumenta en un 41%. El problema se incrementa si además la
mujer está recibiendo terapia sustitutiva con estrógenos,
ya que sus potencian los efectos del alcohol.
Problemas
cardiacos: Éstos se reducen con consumos inferiores
a los 20 gramos diarios (dos vasos de vino). Sin embargo,
la bebida irregular o sostenida de elevadas cantidades de
alcohol incrementa el riesgo de padecer trastornos coronarios,
no sólo angina de pecho o infarto sino también insuficiencia
cardiaca, ya que el etanol es un tóxico directo para el
músculo cardiaco.
Violencia:
Donde los efectos del alcohol son más intensos es en las
lesiones inducidas por violencia, a veces criminal. Se incluyen
aquí las agresiones y también las debidas a conducción temeraria.
Estudios
en animales y humanos han demostrado claramente cómo el
etanol favorece el comportamiento agresivo, entre otros
aspectos, porque reducen el miedo, la ansiedad sobre las
consecuencias legales, sociales o físicas de sus acciones
y empuja a la realización de actuaciones arriesgadas. Si
añadimos a la receta una reducción sustancial de las funciones
cognitivas y los reflejos, obtenemos un cóctel explosivo.
El
consumo de alcohol varía de forma importante en diferentes
regiones del mundo: en general se bebe más en países ricos
o no afectados por restricciones religiosas. Esto hace que
el porcentaje de patologías de las que la bebida es responsable,
también oscile entre un 1,3% para los países menos avanzados
hasta el 12,1% en la antigua Unión Soviética. Se ha estimado
que de media, el 4% de las enfermedades mundiales están
afectadas negativamente por el alcohol. Una cifra espectacular
sólo superada por la delgadez (9,5%), el sexo de riesgo
(6,3%) y la hipertensión arterial (4,4%).
Todos
los tratamientos pueden servir
El
manejo de los problemas derivados del consumo de alcohol
excesivo varía en función de su intensidad. Para bebedores
importantes puede ser suficiente una breve intervención
en medicina primaria. Sin embargo, situaciones con repercusiones
psiquiátricas o alienación sociolaboral de fondo, requieren
un ataque más profundo.
En
estos últimos casos se busca la abstinencia total, el manejo
de situaciones agudas médicas o psiquiátricas, la asistencia
ocupacional e interpersonal o la solución de problemas básicos
de alojamiento y trabajo; todo ello encaminado a una recuperación
del individuo a largo plazo.
A veces se recurre al empleo de fármacos pero no hay investigaciones
que demuestren que este tipo de medidas consigan mejores
resultados que otras menos drásticas como el manejo domiciliario
de la situación y los grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos.
Respecto a los fármacos, las benzodiacepinas se encuentran
en el eje central de la terapia: tienen un perfil farmacológico
seguro y controlan la mayoría de los síntomas (nerviosismo,
ansiedad, insomnio) generados por el etanol. Otras opciones
como el disulfirán,
que producen sensaciones muy desagradables cuando el sujeto
bebe, son peligrosas y de difícil cumplimiento por el paciente
de no tener un fuerte apoyo por su familia y entorno.
Varias
conclusiones pueden obtenerse de los conocimientos existentes
sobre el manejo de los problemas relacionados con el alcohol:
-
Los
sujetos que reciben ayuda, sobre todo si ésta llega
a tiempo, tienen un mejor futuro que los que no la reciben.
-
La
intensidad y duración del tratamiento no están asociadas
con unos mejores resultados.
-
Los
ingresos en instituciones no son más eficaces que otras
opciones alternativas.
-
No
hay suficiente evidencia como para inclinarse por las
intervenciones farmacológicas frente a la psicoterapia
ni viceversa.
Fuente:
Diario "El Mundo", España
Ferbrero
7 de 2005
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