Incluye
la hormona de crecimiento
Polémica
por un tratamiento para prolongar la juventud
Por
Gina Kolata
NUEVA
YORK.- El doctor Ron Livesey estaba gordo y cansado. A los 49
años sentía que sus mejores años habían quedado atrás. Hace
siete años, mientras se dirigía a una reunión, se detuvo ante
el consultorio de un médico en California, para recibir su primera
inyección de hormonas.
A
la mañana siguiente Livesey estaba en la reunión médica, sentado
en la oscuridad del auditorio observando diapositivas de datos
técnicos. Ante su sorpresa se encontró más atento. Continuó
el tratamiento hormonal.
"La gente comenzó a comentar que yo tenía mucho más dinamismo
y energía", aseguró. Perdió alrededor de 25 kilos, según él
gracias a los cambios en la dieta y al ejercicio que fueron
posibles por el incremento de su vigor.
Entonces Livesey, que en ese momento era un médico generalista
en New Hampshire, decidió entrar en el negocio. Junto con un
colega, el doctor Joseph Raffaele, que realizaba un tratamiento
similar, fundó la Asociación de Medicina Antienvejecimiento,
una clínica en el Central Park South, en Manhattan. Livesey
y Raffaele forman parte de un creciente movimiento de médicos
que ofrecen la terapia de reemplazo hormonal, una alternativa
que promete restaurar los cuerpos y la energía de la juventud.
Es cara: US$ 1000 por mes para las drogas y suplementos dietarios,
con la hormona del crecimiento y testosterona para hombres y
mujeres y estrógeno y progesterona para las mujeres, además
de melatonina, DHEA y antioxidantes. Pero más allá del costo,
yace un enigma de la medicina. Los científicos consideraban
que los tratamientos antienvejecimiento eran poco más que el
aceite de serpiente, provisto por mercaderes. Hoy pocos
dudan de que la hormona del crecimiento y la testosterona puedan
ayudar a mejorar los cuerpos envejecidos, haciéndolos potencialmente
más jóvenes. Y aún no se sabe si atacan a fondo el problema.
Además, sus riesgos a largo plazo están mal definidos. Por ello
los expertos en medicina se preguntan si está bien considerar
el envejecimiento como una enfermedad, tan temible como un cáncer
maligno, que debe ser combatido con cualquier medio, esté o
no testeado.
"¿Cuánto desea usted pagar por un tratamiento que no está probado?
-preguntó el doctor Huber Warner, director asociado del Instituto
Nacional de Envejecimiento-. Cuanto riesgo está dispuesto a
correr?"
Sin tiempo para perder
Pero
el doctor Ronald Klatz, de Chicago, fundador y director de la
Academia Norteamericana de Medicina Antienvejecimiento, afirma
que los pacientes no pueden esperar por estudios de largo plazo,
que ni siquiera están en la etapa de planificación y que tomaría
años o décadas completar. "Tendríamos que esperar -aseguró-
hasta que la generación de posguerra esté muerta y enterrada."
Está claro que muchos no están esperando. La academia, que comenzó
con 12 médicos en 1993, tiene 8000 miembros en los EE.UU., según
Klatz.
El increíble héroe del movimiento antienvejecimiento fue Daniel
Rudman, investigador académico de la escuela médica de Wisconsin,
que se preguntó si podría revertir los efectos de la edad dando
hormona del crecimiento a ancianos.
El advirtió que la gente de edad pierde musculatura y engorda,
su piel se afina y los huesos se debilitan. Al mismo tiempo,
los niveles de la hormona del crecimiento declinan. Observó
también que los efectos de la edad aparecían en gente joven
a la que le faltaba dicha hormona por distintas razones médicas.
Entonces se la suministró a 12 ancianos durante seis meses e
informó que habían ganado musculatura y que habían perdido grasa.
Nueve hombres que participaron de los controles no experimentaron
esos positivos cambios. En su estudio, publicado el 5 de julio
de 1990 en The New England Journal of Medicine, Rudman concluía
con esta observación: "Los efectos de seis meses de la hormona
del crecimiento sobre la masa magra y la masa de tejido adiposo
fueron equivalentes en magnitud a los cambios ocurridos durante
10 a 20 años de envejecimiento".
Un estruendo médico
Klatz,
de la Academia de Antienvejecimiento, llamó al estudio "estruendo
en la profesión médica."
"Fue el primer ensayo clínico en la principal revista médica
de los EE.UU. que mostró que había tratamientos disponibles
que podían tener efectos sorprendentes en la fisiología del
envejecimiento", manifestó Klatz.
La hormona del crecimiento humano ha sido aprobada por la Administración
de Alimentos y Drogas (FDA) para ser usada en personas con deficiencias
y una vez que el fármaco está en el mercado los médicos pueden
prescribirla por cualquier razón.
El siguiente estudio importante fue publicado el 13 noviembre
en la Revista de la Asociación Médica Norteamericana. En él,
S. Mitchell Harman, del Instituto de la Longevidad Kronos, de
Phoenix, y Marc Blackman, del Centro Nacional de Medicina Complementaria
y Alternativa, que forma parte de los Institutos Nacionales
de Salud, informaron que hombres y mujeres de edad que tomaban
la hormona del crecimiento perdieron grasa y ganaron masa corporal
magra sin hacer dieta ni gimnasia. Formalmente, no se juzgó
la apariencia de los sujetos. Pero Harman dijo: "Se podía ver
que algunos de ellos habían perdido una gran cantidad de grasa
abdominal".
Por otro lado, muchos tenían los mismos efectos secundarios
que afligían a los pacientes de la doctora Maxine Papadakis
(ver recuadro): hinchazón de piernas y pies, pérdida de la memoria,
dolores en las articulaciones. A pesar de que desaparecieron
al dejar de tomar la hormona, hicieron dudar a los investigadores.
La Academia Norteamericana de Medicina Antienvejecimiento afirmó
en una declaración que las dosis en el estudio habían sido demasiado
altas y que dosis más bajas que imiten los niveles de la hormona
en la juventud son seguras y efectivas.
Pero Papadakis aseguró que ésos eran los niveles que había utilizado
en su estudio. "Puede que no conozcamos la dosis correcta -agregó-,
¿pero cómo podemos darlo a la gente?"
En tanto, los doctor es
Livesey y Raffaele, de la Clínica de Medicina Antienvejecimiento
en Manhattan, esperaban que la mayor parte de sus pacientes
fueran ancianos que buscaban recuperar su fuerza lo suficiente
como para levantarse de una silla sin pedir ayuda. En cambio,
los que llegaron a sus consultorios no eran de ese tipo.
"Los que vinieron ya habían utilizado el botox y la cirugía
estética -dijeron los especialistas-. Y mantienen su visita
en secreto. Quieren mejorar, pero que no lo sepan ni siquiera
sus mejores amigos."
Fuente:
The New York Times / La Nación
Traducción:
María Elena Rey
Diciembre
30 de 2002
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