Su Muerte

La mañana del jueves 30 de septiembre de 1897, Teresita apareció anhelante, agotada. Su sufrimiento era inexplicable, se la vio juntar las manos y dirigirse en súplicas angustisas a la Virgen de la Sonrisa:

- Es la pura agonía- gimió- sin mezcla alguna de consuelo.

Después, como elevada por una fuerza totalmente divina, repitió con ardor:

- No, no ; no me arrepiento de haberme entregado al amor.

Anochecía. De repente la expresión de su rostro cambió; era la agonia. Lentamente, la comunidad, entró orando. Teresita acogió a sus hermanas con una dulce sonrisa. Sostenía entre las manos el Crucifijo y lo miraba incesantemente con amor...Durante más de dos horas pasó por un terrible sufrimiento... A las seis, al toque del ángelus, Teresita dirigió nuevamente su mirada a la estatua de María... Hacia las siete susurró:

- Madre; ¿no es aun la agonía?¿No voy a morir?

Y poco después, con los ojos fijos en el crucifijo:

- ¡Oh... le amo..., Dios mío!... ¡Yo... os amo!

Pronunciadas estas palabras, Teresita se desplomó de nuevo, con la cabeza dulcemente inclinada hacia atrás. Sonó la campana de la enfermería convocando a la comunidad. Las hermanas se alinearon en torno de su cama. El rostro de Teresita adquirió de nuevo su tono de azucena. Sus ojos se fijaron en el cielo, radiantes, con una indecible expresión de beatitud. El éxtasis duró el espacio de un Credo. Después, Teresita cerró los ojos. Había muerto de amor.

Después de su muerte conservó una sonrisa celestial. Era la suya una belleza fascinante. Tenía tan fuertemente asido su crucifijo que fue preciso arrancárselo de las manos para amortajarla.

La inhumación de sus restos se realizó el lunes 4 de octubre de 1897 en el cementerio de Lisieux.

*Fuente: Últimas conversaciones- Cuaderno amarillo- Septiembre. Madre Ines de Jesús; Teresa de Lisieux- Obras Completas, 7° Edición- 1989; Edit. Monte Carmelo, Burgos.