La vocación

Cuando un jardinero rodea de cuidados especiales a una fruta para que madure antes de tiempo, no es con el fin de dejarla colgada del árbol, sino para presentarla en una mesa brillantemente servida. Con una intención semejante rodeaba Jesús de gracias a su florecilla.

El que en los días de su vida mortal llegó a exclamar en un transporte de alegría" Os bendigo, Padre mío, porque habéis ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, y se las habéis revelado a los pequeños", quería hacer brillar en mi su misericordia.

Porque yo era pequeña y débil, él se abajaba hasta mí, me instruía secretamente en las cosas de su amor. ¡Ah! Si los sabios que viven entregados al estudio hubieran venido a interrogarme, ciertamente habrían quedado sorprendidos al ver una niña de catorce años comprender los secretos de la perfección, secretos que toda su ciencia no puede revelarles a ellos, porque para poseerlo hay que ser pobre de espíritu...

Como dice San Juan de la Cruz en su cántico:

" Sin otra luz ni guía

sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz del mediodía

adonde me esperaba

quien yo bien me sabía".

El lugar donde me esperaba Jesús era el Carmelo. Antes de descansar a la sombra de "aquel a quien deseaba", había de pasar por muchas tribulaciones. Pero la llamada divina era tan apremiante, que si hubiese sido necesario pasar entre las llamas, lo habría hecho por mostrame fiel a Jesús.( Historia de un alma, Ms. A, Cap. V).

Teresita le cuenta a su padre, el señor Luis Martin, su deseo de entrar al Carmelo. Esa tarde obtiene su consentimiento ( 29 de mayo de 1887, Pentecostés).