No tengo la menor duda que la prioridad ante las dos circunstancias antes mencionadas y nuestra preocupación a la hora de fijar prioridades debe estar centrada fundamentalmente en la segunda de ellas, ya que la misma pone en peligro cierto nuestro ideal de Universidad pública, reformista, autónoma, con igualdad de oportunidades para todos, lo que constituye una premisa irrenunciable para el desarrollo integral de nuestro país.
El proceso electoral es sin lugar a dudas un hecho importante y trascendente, pero por desgracia, en torno a él se ha ido desarrollando un ambiente de enfrentamientos, de presiones, de ataques personales y de diatribas, que han generado un clima de odio, que día a día nos está conduciendo a la intolerancia y a la falta de convivencia necesaria para que la comunidad toda permanezca unida con el objetivo de hacer frente a estos ataques que pretenden derrotar la defensa de los ideales antes mencionados.
Todo esto perjudica evidentemente la necesaria cohesión que debe poseer la gran mayoría de los universitarios que compartimos el ideal de defender a la Universidad pública, gratuita, laica y reformista que concibieron esa generación magnífica de jóvenes argentinos de 1918. Estos postulados, estos principios deben constituir en estas agitadas jornadas una guía que temple nuestros espíritus, una antorcha que ilumine nuestro camino para unirnos por encima de nuestras diferencias, de nuestras discrepancias. Hoy entiendo que resulta imperioso que no nos desgastemos más en rencillas inútiles, en enfrentamientos estériles, para que la lucha sea lo más eficaz posible.
El proceso electoral tal como se viene desarrollando, puede prolongarse hasta llegar a una instancia judicial y éste no es mi deseo. Creo que esta circunstancia, unida a lo antes expuesto, abona un camino fértil para que avancen los enemigos de la Universidad, que divida y debilite a la comunidad universitaria en su conjunto, que disperse nuestras fuerzas, que enerve nuestros espíritus, con el peligro cierto de que por falta de la cohesión necesaria pongamos en peligro a la Institución, en una guerra que no podemos ni debemos perder por el bien de las futuras generaciones de argentinos.
Luego de varios periodos con que la comunidad universitaria me honrara para guíar los destinos de la Institución, mis palabras no pueden ser más que de agradecimiento hacia esa gran mayoría de estudiantes, docentes, no docentes y graduados que hicieron posible que pudiera trabajar desde este puesto de lucha por el engrandecimiento de la Institución.
En particular debo agradecer muy especialmente a quienes confiaron en mí, a quienes me apoyaron en esta última elección, a quienes mediante su voto me demostraron su apoyo y su cariño aún en medio de las críticas o las denostaciones, para que continuara en el cargo de Rector de la Universidad.
Ha sido una difícil y hasta dolorosa decisión donde primaron los
intereses supremos de la Universidad por encima de mis anhelos
personales.
Llegué finalmente así a la decisión de desestimar mi candidatura de Rector de la Universidad a la que fuera postulado por la lista “Universidad para todos”.
Le pido a la comunidad universitaria en general y a las personas que me votaron en particular, que interpreten mi actitud exclusivamente como una contribución personal para lograr la paz interior y la convivencia que nos permita estar preparados adecuadamente para la contienda que se ha establecido cuyo objetivo es aniquilar definitivamente a la Universidad pública.
Convoco a todos a encolumnarse detrás de las futuras autoridades electas, quienes serán los que tendrán que conducir y coordinar las acciones futuras para enfrentar este ataque pergeñado en los centros financieros que pretenden imponer un modelo de sociedad con exclusión de las mayorías populares y coartar la única vía que posee nuestra juventud de desarrollarse y de forjarse un porvenir.
Sin otro particular, saludo a los Señores Consejeros con mi mayor consideración.
Alberto
Puchmuller
Rector