A los Señores Miembros del Consejo Superior

 A la Comunidad Universitaria

                         Dos acontecimientos de  indudable gravitación para el futuro de nuestra Universidad se han producido simultáneamente en los últimos meses: por un lado, participamos del proceso de elección para renovación de autoridades por el voto directo de los claustros, y por la otra, asistimos azorados a un ataque artero contra la institución universitaria en una escala sin precedentes desde su creación.

                        No tengo la menor duda que la prioridad ante las dos circunstancias antes mencionadas y nuestra preocupación a la hora de fijar prioridades debe estar centrada fundamentalmente en la segunda de ellas, ya que la misma pone en peligro cierto   nuestro ideal de Universidad pública, reformista, autónoma, con igualdad de oportunidades para todos, lo que constituye una premisa irrenunciable para el desarrollo integral de nuestro país.

                        El proceso electoral es sin lugar a dudas un hecho importante y trascendente, pero por desgracia, en torno a él se ha ido desarrollando un ambiente de enfrentamientos, de presiones, de ataques personales y de diatribas, que han generado un clima de odio, que día a día nos está conduciendo a la intolerancia y a la falta de convivencia necesaria para que la comunidad toda permanezca unida con el objetivo de hacer frente a estos ataques que pretenden derrotar la defensa de los ideales antes mencionados.

                        Todo esto perjudica evidentemente la necesaria cohesión que debe poseer la gran mayoría de los universitarios que compartimos el ideal de defender a la Universidad pública, gratuita, laica y reformista que concibieron esa generación magnífica de jóvenes argentinos de 1918. Estos postulados, estos principios deben constituir en estas agitadas jornadas una guía que temple nuestros espíritus, una antorcha que ilumine nuestro camino para unirnos por encima de nuestras diferencias, de nuestras discrepancias. Hoy entiendo que resulta imperioso que no nos desgastemos más en rencillas inútiles, en enfrentamientos estériles, para que la lucha sea lo más eficaz posible.

                        El proceso electoral tal como se viene desarrollando, puede prolongarse hasta llegar a una instancia judicial y éste no es mi deseo. Creo que esta circunstancia, unida a lo antes expuesto, abona un camino fértil para que avancen los  enemigos de la Universidad, que divida y debilite a la comunidad universitaria en su conjunto, que disperse nuestras fuerzas, que enerve nuestros espíritus, con el peligro cierto de que por falta de la cohesión necesaria pongamos en peligro a la Institución, en una  guerra que no podemos ni debemos perder por el bien de las futuras generaciones de argentinos.

Luego de varios periodos con que la comunidad universitaria me honrara para guíar los destinos de la Institución, mis palabras no pueden ser más que de agradecimiento hacia esa gran mayoría de estudiantes, docentes, no docentes y graduados que hicieron posible que pudiera trabajar desde este puesto de lucha por el engrandecimiento de la Institución.

En particular debo agradecer muy especialmente a quienes confiaron en mí, a quienes me apoyaron en esta última elección, a quienes mediante su voto me demostraron su apoyo y su cariño aún en medio de las críticas o las denostaciones, para que continuara en el cargo de Rector de la Universidad.

                         Sin embargo, luego de muchos años al frente de la Institución, donde junto con mis colaboradores pusimos lo mejor de nuestras fuerzas para el crecimiento y el desarrollo de nuestra Universidad, observé en esta última instancia electoral que si bien la mitad de la comunidad universitaria me ratificó su confianza con el voto, la otra  mitad consideró que era momento de producir un recambio en la conducción  que vengo ejerciendo.  

                         En este delicado equilibrio de fuerzas he pensado y meditado durante los últimos días sobre qué debía primar en mis pasos futuros: si el interés personal manifestado en mi candidatura personal  o bien el interés institucional, representado por mi alejamiento de la contienda y la búsqueda de una salida institucional consensuada que reunificara las fuerzas universitarias en su totalidad.

Ha sido una difícil y hasta dolorosa decisión donde primaron los intereses supremos de la Universidad por encima de mis anhelos personales.

            Llegué finalmente así a la decisión de desestimar mi candidatura de Rector de la Universidad a la que fuera postulado por la lista “Universidad para todos”.

           Le pido a la comunidad universitaria en general y a las personas que me votaron en particular, que interpreten mi actitud exclusivamente como una contribución personal para lograr la paz interior y la convivencia que nos permita estar preparados adecuadamente para la contienda que se ha establecido cuyo objetivo es aniquilar definitivamente a la Universidad pública.

Convoco a todos a encolumnarse detrás de las futuras autoridades electas, quienes serán los que tendrán que conducir y coordinar las acciones futuras para enfrentar este ataque pergeñado en los centros financieros que pretenden imponer un modelo de sociedad con exclusión de las mayorías populares y coartar la única vía que posee nuestra juventud de desarrollarse y de forjarse un porvenir.

Sin otro particular, saludo a los Señores Consejeros con mi mayor consideración.

 

                                              

                                                 Alberto Puchmuller
                    
                                                           Rector